NO fue porque aquella mañana tus párpados me enseñasen nuevos caminos, que en aquel momento quise compartir, como si se tratase de una botella de vino.
TAMPOCO fue porque horas antes tus uñas arrancasen todas las escamas de la noche y de mi deseo.
NO fue porque te dejabas besar a pesar de que no te gustaba hacerlo en público, ni por tus labios devolviéndome los besos que había dado durante años.
TAMPOCO porque los ladrillos de la ciudad amarilla brillasen más contigo, ni porque las calles de Barcelona parecieron más mías.
NO fue por la sorpresa de tus dedos en mi espalda, de tu nariz en el hueco de mi cuello, de tus oidos ávidos de mi música, ni por tu voz ronca.
NADA tuvo que ver tampoco la curva que trazaba tu pie tocando el mío en una caricia perfecta, en medio del restaurante.
NI por los besos bajo las sábanas en el balcón de aquella habitación de hotel, ni por los helados en la plaza.
TODO aquello vino después.
FUE por aquella mirada que, bajo las lámparas de cristal de la noche, al otro lado de la habitación llena de gente, me dijo en el brillo de tus pupilas que habías sentido lo mismo que yo.
23.11.07
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